Consecuencias del fascismo: los campos de concentraciónJudith Carrera Bécares
Publicado por Alumnado Historia 1º Bachillerato | 10 de mayo de 2005Sección Siglos XIX y XX </FONT>
Un artículo para el recuerdo, para el no olvido de la barbarie nazi, ahora que se cumplen 60 años de la liberación de los campos. 60 años han tenido que pasar para que las sociedades occidentales comiencen a tratar el tema del holocausto y las consecuencias de llevar a la práctica la teoría racista y xenófoba del fascismo. 60 años de silencio, de amargura y de no perdón. Ahora, en el 2005, los propios alemanes se han atrevido a sacar una película de los últimos días de Hitler en su búnker de Berlín (“El Hundimiento”), dejando abierto el abanico de actos que tendrán lugar en los meses de abril y mayo para conmemorar la liberación de los campos de concentración nazis, diferentes para mujeres y para hombres pero iguales en el horror. Las mismas condiciones, las mismas humillaciones; en definitiva, las mismas injusticias.
“Nombre del mal”. Así ha denominado el escritor mexicano Carlos Fuentes al mayor campo de exterminio alemán: Auschwitz. "Auschwitz fue el sello fúnebre de un imperio racista, originado en los delirios de un pornógrafo lunático, Julius Streiser, quien veía al mundo entero como una lucha entre arios y judíos..." (1)
Sin embargo, todos y cada uno de los otros “mataderos” (Dachau, Buchenwald, Midanek, Mauthausen ...) deberían recibir ese sobrenombre, porque en todos ellos miles de hombres y mujeres inocentes murieron, miles de historias diferentes, pero con un punto común: no ser arios, fascistas o nazis. La nacionalidad no importaba, simplemente eran distintos a ellos. Daba lo mismo que se fuera polaco, húngaro, francés o español. Sí, también miles de españoles republicanos exiliados en Francia tras el triunfo de las tropas de Franco en 1939, vivieron aquel horror. Allí en Francia fueron separados hombres, mujeres y niños para dirigirlos hacia la muerte. Una gran parte de los hombres (más de 7000) fueron destinados a Mauthausen. Poco más de 2000 sobrevivieron. Todos estos supervivientes de la barbarie juraron el día de su liberación, por la memoria de todos los compañeros que allí quedaron, que contarían sus historias, que sus voces no se apagarían hasta que el mundo no conociese sus vidas. Y eso es lo que han estado haciendo, entre otros, la asociación Amical Mauthausen, cuyos miembros relatan su vida (o su vida en la muerte) en dicho campo a todos aquellos que quieran oírlos.
Valientes hombres que ante las adversidades (dietas que consistían en comidas y cenas de sopas sin nada de sólido, “aguas de roble o castaño”, y mendrugos de pan racionados por cuartos o tercios, suficiente para mantener el hálito de vida durante seis o nueve meses; trabajos forzados en condiciones infrahumanas que ponían a prueba a los cuerpos huesudos y a las mentes castigadas) y las humillaciones constantes (“nos duchaban y después nos desinfectaban con agua de zotal rebajada(...). El escozor, sobre todo en algunas partes, te hacía pegar brincos y los SS se reían porque saltábamos como monos, cuenta Joan Escuer, superviviente español de Dachau. Al mismo Joan Escuer le sorprende la adapación de la mente humana a las condiciones tan extremas del campo: "Al principio daba angustia presenciar la muerte a nuestro alrededor, pero a medida que la gente veía morir a los demás como algo normal, llegaba a inmunizarse " (2)
Estos hombres y mujeres vivieron entonces y viven hoy, con el recuerdo del horror, las pesadillas y la mirada perdida, triste, de la que manan lágrimas que hieren en lo profundo del que escucha; eran tratados como ganado, marcados por un triángulo y un número que los identificaba. Eran personas sin identidad; eran los apátridas españoles, los olvidados del franquismo... los apátridas de hoy.
“Había aguantado el regreso al infierno con una fortaleza casi sobrehumana, pero se desmoronó en el crematorio”, palabras referidas a los sentimientos y emociones que sintió la única superviviente española del infierno de Ravensbrück, la catalana Neus Catalá, que pasó varios años de su juventud en este campo de concentración sólo por pensar diferente, por oponerse al franquismo y al nazismo. Ravensbrück fue el mayor campo femenino. Más de 132000 mujeres y niños fueron a parar a este otro “Auschwitz” del que únicamente 30000 personas sobrevivieron. Allí tuvieron lugar inenarrables experimentos. Citaré uno de ellos como muestra de la inhumanidad de los campos: las “Kaninchen” un grupo de mujeres polacas que sirvieron de conejos de indias para que los doctores alemanes experimentaran nuevos tratamientos para sus soldados. Puede parecer cruel a nuestros ojos. Y lo es. Sin embargo, dudo que ninguno de nosotros imagine, ni siquiera con un mínimo atisbo lo que allí ocurría: miembros sanos y fuertes comidos e inutilizados, poco a poco, por la gangrena. Y después ¿qué?. Posiblemente la muerte. Esta española tuvo (si puede decirse así) la suerte de ser trasladada a un campo de trabajo donde fabricaba armas para el ejército alemán. Todo un cúmulo de atrocidades vivió esta valiente mujer. Pero a pesar de su valentía, de su fortaleza, el horror ha anidado en su interior, una marca que no se borrará jamás de su vida (de la de todos aquellos que se empeñaron en vivir y lo consiguieron). Este dolor permanente se expresa en sus pesadillas y en la sensación de que todavía siguen allí, de que no han salido del campo: “A veces sueño que vuelvo al campo, que nunca he salido de él (...)Y lo que me aterra es que en el sueño están mis hijos ahí" comenta Neus Catalá. También recuerda el hambre espantosa que pasaban hasta el punto de comerse unos pensamientos que se habían plantado en el campo: "estaban buenos" (3)
El paisaje de Ravensbrück alberga un mundo de muerte, en el que se incluyen “lagos de aguas turbias”, que no son sino fosas comunes para el descanso de las cenizas de todas aquellas personas que fueron incineradas en los fatídicos crematorios.
Del mismo modo, Imre Kertész, escritor húngaro,prisionero en varios campos de concentración, siendo aún un adolescente, premio Nobel de Literatura en el año 2002, describe en su obra
Sin destino, las penurias, la deshumanización, el hambre indescriptible, las heridas, el sufrimiento tan profundo que hacia desaparecer casi los sentimientos humanos.
En 1945 fueron liberados todos los campos de concentración nazis ante el horror de los soldados aliados, incapaces de asimilar todo lo que estaban viendo.
Hoy 60 años después asistimos en muchas partes del mundo a una violación constante de los derechos humanos, se ha seguido y se sigue haciendo uso de la tortura, la humillación, el asesinato... Recordemos la reciente guerra en la antigua Yugoslavia donde el odio racial, religioso acabó con poblaciones enteras; lo mismo ocuríó en Ruanda o en las diferentes dictaduras que han recalado en América Latina, África, Asia.., en tantos y tantos casos donde la historia se repite y se repite. Para que eso no ocurra hay, no sólo que conocer los hechos, sus causas, sus consecuencias, también tener criterios propios para que la manipulación no resulte tan fácil.
Estos hechos han hecho reflexionar al escritor mexicano Carlos Fuentes, que en un artículo publicado en "El País" (5/2/05) se pregunta
¿Auschwitz: ¿nunca más?. Esta misma pregunta nos la hacemos todos; todos tenemos que ser conscientes y saber lo que pasa a nuestro alrededor, no hacernos los ignorantes o mirar para otro lado ante hechos que también nos incumben como seres humanos.
(1) Carlos Fuentes:
Auschwitz nunca más ("El País, 5 de Febrero de 2005)
(2)
Los esclavos españoles de Hitler ("La Crónica- El Mundo", 26 de Octubre de 2005)
(3)
Regreso al infierno de Ravensbrück ("El País", 17 de Abril de 2005)